Perdón por la demora en el relato, pero el finde largo me fui a Paraná (Entre Ríos) pero con la camioneta. Al igual que Teo, mi huesito dulce ya no quiere más moto por un tiempo largo....jajajaja
3er día
Luego de conversar con el dueño del hospedaje, nos recomendó ir a desayunar a un lugar pasando la entrada de Mina Clavero, llamado Los Nonos. Nos dijo que era un lugar muy lindo como para arrancar el día
Así que después de acondicionar un poquito las máquinas, nos pusimos en viaje. A las pocas cuadras se me empareja Juan Carlos y me señala la correa de transmisión. Me fijo y aunque no llego a verla, siento un chirrido. Seguí andando despacio esperando llegar a la parada, y así verificaba el problema. Resultó que la correa estaba muy floja y era eso lo que ocasionaba el chirrido. Mientras iba andando, sentía el ruido pero me parecía que venía de adelante y pensaba que serían las pastillas de freno frías. Dejamos la tarea para después de desayunar, y nos metimos al reducto recomendado. La verdad es que tal cual nos habían dicho, el lugar era paradisíaco. Un deck de madera al aire libre en el fondo del local, daba a un enorme valle en el cual se podían contemplar un paisaje de ensueño mientras el sol iba ascendiendo entre las montañas. Un lujo. Nos tomamos un rico desayuno con medialunas recién preparadas y la verdad es que daban pocas ganas de irse.
Pero bueeeee....la idea era salir a pasear, así que mientras algunos terminaban de entrarle a las medialunas, el Teo se puso el traje de mecánico y tensó rápidamente la correa de mi Vulcanita. Así que minutos después nos pusimos en marcha nuevamente
La siguiente parada fue en el dique La Viña con el embalse Allende. Aunque ya nos habíamos empachado de dique el día anterior en Cruz del Eje, éste tenía otro encanto, y creo que fue por el caminito que nos llevó hasta allí. Una postal tras otra. Nos quedamos un rato largo sacándonos fotos y ya el sol venía apretando lindo. Otra vez arriba de las motos, y seguimos viaje. El destino final era Merlo (San Luis) y nos habían recomendado si queríamos hacer un paseo distinto, ir por la ruta vieja. Cuando uno escucha “ruta vieja” se imagina un lugar poco más parecido a un campo de prueba misilísitico, así que fuimos con cierto recelo por allí. Y menos mal que tomamos ese camino. No solo no estaba tan mal como suponíamos (algunos tramos sí estaban feitos de verdad) sino que nos encontramos con un paseo que nos asombraba a cada momento. La ruta es un camino bastante angosto, con una mano de ida y otra de vuelta y a los costados la vereda y las casas. Si...es como ir en una larga calle que sube y que baja y que dobla para un lado y para el otro uniendo un pueblito tras otro. Una delicia y un paisaje bizarro que se nos presentó a la entrada de un pueblito.
Un policía parado en el medio de la ruta detiene el tránsito. De una calle transversal sale un auto rojo a toda velocidad haciendo rugir su motor, se mete en la ruta y dos cuadras más allá dobla y se pierde. Al instante que el auto se deja de ver, el policía libera el tránsito. No entendíamos nada. Al llegar al mismo lugar donde vimos doblar al auto, vemos que era la plaza principal de ese pueblito, y el auto seguía a toda velocidad rodeando la plaza. Ahí me doy cuenta que era un auto de rally, pues en la otra esquina había otro policía cortando el tránsito al igual que el anterior. Seguimos el mismo camino del auto de carreras, y al pasar por la iglesia, vemos que había gente muy bien vestida que hacía allí se dirigía. Todos parados sobre la vereda esperando que pase el auto a toda velocidad. ¡¡¡ En la iglesia había un casamiento !!!. Increíble. Pero hacemos dos cuadras más, y vemos que vienen unos autos muy particulares. Todos impecables. Y caímos en que era una carrera de regularidad de autos clásicos, cuando vemos aparecer el Torino número 2 que corrió en las 84 hrs de Nurburgring. Le hicimos señas de luces y con las manos, y el conductor nos devolvió el saludo a bocinazo limpio. O sea que en poco menos de 6 cuadras estuvimos envueltos en una carrera de rally, un casamiento y una carrera de autos clásicos. Escena bizarra como pocas.
Seguimos avanzando y casi sin darnos cuenta llegamos a Merlo. Pese a que el viaje nos tomó poco más de dos horas, se nos pasó rapidísimo.
Nos bajamos a estirar las patas, a tomar algo, pero a no hacer mucho tiempo, ya que era medio día y queríamos ir a disfrutar de un rico chivito. No recuerdo si Carlos era el que traía el dato, pero la idea era ir a una parrilla apodada “Lo de Godoy”. Así que después de preguntar un par de veces, encontramos el camino sobre la cuesta de un cerro. En ese momento se presentó otra escena fuera de libreto. El Colo nos hace una seña y retomando el camino desaparece. Luego cuando nos volvimos a reunir, nos contó que se cruzó con el sobrino que vive allá. Si lo hubiesen planeado no les hubiese salido. Buenísimo.
Seguimos subiendo por el camino bastante podrido haciendo que tengamos que ir con mucho cuidado. Mientras íbamos subiendo, nos dimos cuenta que de las bolas de Don Godoy se había colgado algunos parientes. Un cartel invitaba a parrilla y pastas en lo de “La nieta de Godoy”. Y un poco más arriba “No dispare, Godoy” también ofrecía el mismo menú. Llegamos a lo del “jefe” de la colina y ahí en medio de la pendiente del cerro, se levantaba un quincho para que uno pudiera guarecerse en caso de mal clima. Pero si el día pintaba lindo como cuando fuimos nosotros, se podía comer al aire libre en mesas de piedra con bancos del mismo material o troncos de árbol. Todas las mesas estaban en distinto nivel, copiando el terreno. A nosotros nos tocó una mesa de madera, confeccionada con el enorme carrete de esos que usan para transportar cables de grueso calibre. Nos pedimos el chivito anhelado, mientras un ñato cantaba y contaba chistes. Pipones como quedamos, nos volvimos a subir a las motos que suponemos que debido al peso extra con el que estábamos, nos tiraron al piso tanto a Juan Carlos, al Colo y a mi....jajajajaja
Volvimos a la ciudad, cargamos combustible, nos tomamos un cafecito que nos saque la modorra, y luego de un rato nos despedimos de Teo que no volvía a Mina Clavero y seguía camino a San Luis capital.
El regreso fue una embolante recta de casi 100 kms, nada que ver con el camino de ida
Al llegar a destino, nos fuimos a comprar algunos souvenirs para la familia y al regreso compramos algo para complementar el resto del pollo que había sobrado del día anterior, que sería parte de nuestra última cena del fin de semana. También nos clavamos un heladacho invitación de Juan Carlos que estaba con antojo desde el primer día....jajajaja
Nos fuimos a dormir temprano, ya que al otro día nos tocaba arrancar el viaje de vuelta por las altas cumbres, y con la experiencia del viaje de ida, nos tomaría unas tres horitas de un viaje largo
Después sigo con la última parte
Saludos
RTB