Bueno.....acá va el reporte prometido.
Ante todo quiero contar que como estoy quemado de la cabeza, estos viajes son una verdadera terapia, y aunque me obligo a hacerlos, me hacen realmente bien y me hacen olvidar un poco de todas las merds con la que uno vive.
Y si.....el viernes había amanecido sin lluvias, pero el pronóstico para todo el finde no era benévolo para un radio de 300 kms de la CapFed.
La Vulcanita ya estaba toda preparada y las ansias de salir de paseo después de una noche de merda eran altas.
En el Vulcan Club la sentencia de Enrique era contundente: “Yo voy si o si”
Me suena el celu y Juan Carlos me dice que él viaja siempre y cuando a la hora de la salida no lloviese.
Ok.
Primer punto de encuentro con JC en la YPF de Constituyentes antes de salir a Gral Paz a las 14:30 hrs.
La mañana no se pasaba más, así que salí a probar el injerto que le había hecho al bolso para poder fijarlo al portaequipaje de la Vulcanita y aprovechar a cargar nafta. Todo Ok
Tipo 14 hrs me llama Juan Carlos para avisarme que ya estaba en el punto de encuentro. Joya.....ya no me bancaba más las ganas de salir
Así que nos encontramos minutos después, y salimos sin prisa pero sin pausa al punto de encuentro principal en Gral Pacheco.
Pasamos el peaje y como no había un lugar seguro donde para y esperar al resto, nos mandamos un par de kms más adelante a la YPF que está frente a la Ford.
Cinco minutos después vemos venir a Lucho y Enrique, así que nos metimos a tomar un cafecito mientras esperábamos al resto.
El “resto” al final resultó ser solo el Colo que llegó media hora después, pues había llevado a reparar el alternador de la moto, y se la entregaron sobre el pucho.
Terminamos el cafecito y arrancamos el viaje, con la idea de parar en Zárate por combustible. El clima seguía amenazante, pero no llovía, así que íbamos tranqui.
Llegamos a Zárate, hicimos la carga planeada y sin más seguimos viaje.
Por momentos la ruta estaba mojada, señal que la lluvia había pasado por ese lugar minutos antes que nosotros. Pero (si mal no recuerdo) pasando Ceibas decidimos parar para ponernos los trajes de lluvia, pues el agua que levantaban las ruedas de las motos y los camiones que pasábamos, nos estaban mojando toda la pilcha. Dije “nos estaban mojando”, pero como hombre prevenido vale por dos, yo ya había salido con la ropa de lluvia puesta, así que me regocijé viendo como la muchachada hacía malabares para ponerse sus equipos, sobretodo “Iquito” con su monono enterito amarillo patito furioso....(jeje
)
Continuamos el viaje y paramos tal cual lo estipulado en Gualeguaychú. Reaprovisionamos combustible y nos clavamos un nuevo cafecito acompañado de amena charla.
Después le pegamos de un saque hasta Colón donde llegamos ya de noche y con los parabrisas muy sucios por todo el barro levantado por los camiones.
Un par de averiguaciones nos permitieron llegar el al hotel, donde después de estacionar las motos en las cocheras, nos pudimos dar una ducha reparadora antes de ir a cenar. Fuimos a un restaurante que había en la otra cuadra, y pese a lo caracúlica de la moza que nos atendió, nos comimos una picadita seguida con un un rico pescadito a la pizza y un cacho de carne que nos dejó chochos de la vida
Después nos fuimos caminando buscando un bar donde poder tomar un café.
20 cuadras más adelante y puteando con Lucho en cincuenta dialectos distintos porque ya no dábamos más, conseguimos un lugar donde remojarnos las patas y tomar un cafecito servido muy amablemente por, desde esa noche, el mejor amigo del Vulcan Club....jajajajaja. Un mozo gay, muy producido al punto de tener las uñas pintadas, con vos aflautada pero que al momento de reírse lo hacía como un marinero Senegalés. Nos tomamos un café muy rico, y cuando ya el cansancio nos pedía cama (al igual que el mozo....jajajajaja) nos fuimos al hotel, donde llegamos con hambre, porque después de semejante caminata, ya la cena estaba recontraprocesada.
Desde que llegamos a Colón, no dejó de llover ni un segundo. Con mayor o menor intensidad se mantuvo así a lo largo de toda la noche, y a la mañana siguiente seguía igual.
Desayunamos y nos quedamos haciendo tiempo y esperando que pare la lluvia, así podíamos ir a dar una vuelta.
Cuando aflojó un poco, nos fuimos a recorrer un poco por ahí cerca, y como es infaltable en cualquier salida que hagamos, no podía faltar la parada a tomar un café. Después dejamos las motos y no fuimos a comer una pizza riquíiiiisima, que nos dejó más para la siesta que para salir a pasear en moto.
Allí preguntamos a cuanto estábamos del Palacio San José, y la moza nos dijo que a solo 10 kms. Así que como el día empezaba a pintar lindo, decidimos hacer la visita a “la choza” que había sido de Urquiza.
Marrrrdito el momento en que no me decidí a pasar por el hotel a cambiarme de pilcha. Como el día había amanecido con lluvia y no pintaba mejorar, me había puesto el pantalón del equipo de lluvia, sin nada abajo. Arriba una remera de manga larga y la campera de lluvia....¡¡¡ CASI ME MUERO DESHIDRATADO !!!. Salió el sol y empezó a apretar el calor con todo. Fue casi una tortura la caminata por el Palacio San José.
Retomo desde que salimos de la pizzería.
Agarramos el camino que nos había dicho la moza, pero nos dimos cuenta que en vez de indicarnos como ir al Palacio San José, nos mandó al pueblo de San José. Así que preguntamos de nuevo y allí nos indicaron bien como ir, y no fueron los 10 kms que nos habían dicho. Entra ida y vuelta nos comimos como 100 kms.
Tomamos la autopista y a los pocos kilómetros vemos que el tránsito aminoraba la marcha, y el motivo era un control policial. Adelante nuestro venía un camión, y los polis le hicieron señas para que se detenga. Pero al vernos a nosotros, le volvieron a hacer señas para que siga y nos hicieron parar a nosotros. En realidad le hicieron señas a Enrique, a Luis y a Claudio, pero con Juan Carlos paramos igual pero unos 20 metros más adelante. Luis siguió de largo pese a la indicación de detenerse, y eso me llamó la atención, pues era imposible que no hubiese visto que lo estaban parando. En el momento en que paro, me acuerdo que me había olvidado la renovación del seguro en el bolso, y que encima solo tenía la credencial vencida. Me quedé tranqui porque a mi no me habían dicho que me detenga, pero al toque se me fruncieron los huevos cuando veo que uno de los milicos se nos empezó a venir para donde estábamos con JC. Le dije a Juan el problema que tenía, y me dijo que arranque y raje, que total a nosotros no nos habían indicado que parecemos. Pero me vi venir un bardo peor, así que me quedé y me arriesgué a zafar. El poli vino y nos pidió documentos, y Juan le preguntó que necesitaba. El cana le dijo: “Deme cualquier cosa. No hay problema”. Ahí me quedé un poco más tranquilo, ya que nos dimos cuenta que los ñatos solo nos habían parado para ver las motos. Yo le dí el registro y la cédula verde, y casi ni las miró. Nos preguntaron las cilindradas de las motos y algunas huevadas más y nos dejaron seguir sin drama después de un par de minutos de charla. Después Claudio nos contó que uno de los polis le “recriminó” que Luis no había parado y que iba a tener problemas en el próximo puesto policial. Pero le dijeron que seguramente por venir muy cerca atrás del camión no había visto la señal para detenerse. Después Luis nos contó que el motivo por el cual no había parado, era porque se había olvidado toda la documentación en el hotel. Zafó de pedo
Al salir de la autopista nos encontramos circulando por un camino de tierra que solo tenía disponible la huella que había dejado un auto. El resto estaba totalmente embarrado, y así anduvimos durante 8 kms. Si nos salíamos de la huella nos íbamos al piso seguro. Así que fuimos despacito hasta que encontramos un camino transversal, y allí Enrique prefirió volverse y evitar alguna rotura de la moto. El resto decidimos seguir y aventurarnos a ver que pasaba. Lo más loco fue que cuando faltaban unos 200 mts para llegar al Palacio, encontramos la ruta asfaltada que nos hubiese hecho zafar de la tortura del camino embarrado.
Lo que ahora pienso y que en ese momento a ninguno se nos ocurrió, fue avisarle a Enrique para que buscara ese camino y se acoplara con nosotros. Estuvimos flojos.
Lo que pasa es que tampoco nos imaginamos que nos íbamos a encontrar con semejante espectáculo. La verdad es que no se puede creer el grado de lujo y majestuosidad que había en ese lugar a mediados del siglo XIX. Y muy bien puesto tiene el mote de “Palacio” ya que es digo de un rey. Mármoles traídos de la cordillera, vajillas francesas, los techos todos ornamentados de una forma distinta según la habitación, un sistema de riego para todos los jardines, una capilla digna del Vaticano y hasta...¡¡¡¡ UN LAGO ARTIFICIAL DE 120 x 180 MTS Y 5 DE PRODUNDIDAD RODEADO DE UN MURO DE 80 CENTÍMETROS DE ESPESOR Y CON UN PEQUEÑO BARCO A VAPOR !!!!. INCONCEBIBLE
El paseo lo tratamos de hacer rapidito, y así y todo nos llevó un par de horas. La verdad es que es para ir a pasar al menos medio día, y aprovechar a comer un asado, que a posteriori nos dijeron que se come de primera en lo que era el antiguo establo/herrería del lugar.
Emprendimos la vuelta por el camino asfaltado y tras un llamado le dijimos a Enrique que nos esperara en la autopista. Al llegar al empalme con la ruta que provenía del lugar donde lo habíamos dejado esperando, lo estuvimos esperando 5 minutos, pero al ver que no venía pensamos que se nos habría adelantado y ya estaría camino a la autopista. Pero cuando llegamos a la misma, tampoco estaba allí, y veo que me había mandado un mensaje diciendo que iba despacio para Colón. Nos imaginamos que el “despacio” sería más o menos a 150 km/h, debido a la calentura que tendría por no haber podido hacer el viaje con nosotros y tener que fumarse dos horas de espera en un pueblito perdido. Así que pusimos a las motos a ritmo vertiginoso, y llegamos a Colón sin haber encontrado a nuestro líder espiritual. Así que nos metimos en el ACA a cargar nafta, porque en el viaje se nos había ido gran parte de la carga matutina. Y mientras estábamos allí, vemos pasar muy conchetamente a Enrique que venía paseando a baja velocidad. Nos volvimos a encontrar en el hotel, y ya el clima se había vuelto a poner feo. Nos fuimos a comprar para hacer un asadito, ya que en el hotel nos prestaban el quincho y nos volvimos rapidito porque la lluvia ya se nos venía encima.
Nos mandamos una picada previa con salame y queso que había traído Claudio, y ya quedamos medio como para ir a apoliyar. Y después el asadacho que se mandó con leña y un poco de carbón, fue apoteótico. Estaba hasta para chuparse entre los dejos de los pies....jajajaja....¡¡¡¡ UN APLAUSO PARA EL ASADOR !!!!
Para destacar fue el trenzado de peluquería que se mandó Enrique, pero a los chichulines....jajajajaja. Muy de trolo al igual que los vinitos blancos que se clavaba el Colo.....JUUUUUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA......
Se nos acopló Ricardo, un amigo de Enrique que vive allá, y nos fue imposible decirle que no se sume al asado, ya que se nos apareció con dos cervecitas bien frías que las liquidamos con la carne. Y no nos arrepentimos de haberlo aceptado en el grupo, ya que en medio de la charla nos estaba contando una anécdota de cuando ellos eran adolescentes, y se le escapó el apodo con el cual nuestro benemérito presidente del “CVA” era conocido en esos días....”IQUITO”. Morimos de risa al enterarnos y fue el desencadenante de una serie de gastes que Iquito toleró estoicamente con la idea de desquitarse en algún momento.
Terminamos piponazos de morfar, y pese a que casi no podíamos caminar por lo que habíamos comido, decidimos ir al centro a tomar un cafecito. Juan Carlos, Enrique y Lucho se acomodaron en el auto de Ricardo, y con el Colo nos fuimos caminando porque somos machos, jóvenes y aguantadores.....jeje. Nos quedamos hasta que nos rajaron a las dos de la matina, y como se había largado a llover, volvimos al hotel de la misma manera en que habíamos ido al centro, y con el Colo nos bancamos la lluvia porque somos machos, jóvenes, aguantadores y antióxido....jajajaja
La lluvia se largó fuerte, y en un toque se vio a lo lejos que cayó un rayo y se cortó la luz en todo Colón. Nos quedamos charlando a oscuras en el lobby del hotel, hasta que salió un tipo a quejarse porque no lo dejábamos dormir. Así que nos fuimos a apoliyar. Llovió muy fuerte durante toda la noche. Por momentos aflojaba pero al ratito volvía a llover cataclísticamente. Así nos encontró desayunando a la mañana, con la incertidumbre si aguantar a que pare o salir y bancarse el agua. Cuando aflojó un poco nos pusimos a preparar las motos y salimos del hotel casi al mediodía, con el cielo encapotado mal. Agarramos como el demonio el camino para salir de Colón, y terminamos en el pueblo de San José. Enrique y Luis aprovecharon a cargar nafta, y después gracias a un pibe que estaba en la estación de servicio, nos precedió en el camino y nos guió hasta la autopista. Cuando llegamos allí, la ruta estaba seca, así que le entramos duro al acelerador, tratando de aprovechar el clima y poder avanzar lo máximo posible antes que se vuelva a largar a llover. Al igual que el día anterior, nos pararon en el puesto policial, y esta vez eran otros los uniformados, que no solo miraron por arriba a los documentos, sino que aprovecharon a cagarse de risa y purgar a Juan Carlos que iba vestido con su equipo de lluvia color amarillo similar al de Iquito. Uno de los canas estaba rojo de tanto reírse. Juan Carlos también estaba rojo pero de las ganas de cargarlo a piñas al poli jocoso.
Seguimos camino y las nubes cada vez se despejaban más y se dejaba ver el cielo celeste. También el sol venía apretando, y no veía la hora de hacer una parada para poder sacarme todo. También quería sacarle los cubre puños a la Vulcanita, ya que al igual que en el viaje de ida, el viento hacía que se deformara y presionara levemente la palanca de freno y que hiciera prender la luz de stop intermitentemente. Para no molestar a los que venían atrás trataba de estirar los dedos y separar el cuero de la palanca, pero viajaba muy tensionado.
Así que llegamos a Gualeguaychú con un día espectacular, nos sacamos la pilcha de lluvia y después del cafecito de rigor y la reaprovisionada de nafta, seguimos livianitos y disfrutando el viaje, que lo hicimos sin problemas, a un ritmo de 80/85 mph.
La última parada fue en Zárate, donde aprovechamos a comer algo.
Salimos medio de raje, ya que el cielo se había vuelto a oscurecer, y los autos que venían del lado del puente Brazo Largo, ya evidenciaban rastros de lluvia. Nos agarró una nube molesta durante un par de kilómetros, pero sin llegar a mojarnos.
Nos fuimos separando a medida que íbamos llegando a las bifurcaciones que nos llevarían hacia nuestro hogares, y así el viaje que casi postergamos por las probables lluvias y tormentas llegó a su fin con una alegría enorme por poder haberlo hecho, y que el clima haya jugado a nuestro favor.
Bueno. Fue un placer el volver a compartir una salida con Enrique, Claudio y Juan Carlos, y fue una gustazo hacerlo también con Lucho, que pese a conocerlo de un almuerzo, no habíamos tenido oportunidad de charlar. Un tipo espectacular y un ejemplo de perseverancia y fuerza de voluntad.
Estuvimos 48 hrs juntos, donde las charlas y las risas son interminables, al igual que el recuerdo y las anécdotas de los que no pudieron ir, como Teo y su ex 500 empecinada en complicar los viajes, Marga y sus empanadas quemadas, y otros tantos que ahora no me acuerdo.
Espero que se repitan estas salidas y poder seguir haciendo grande esta amistad tan linda que nos unió esta pasión motoquera.
Saludos
Fue Ricky RTB desde la redacción del Club Vulcan Argentina
PD: A la noche subo fotos