Quedaba un solo exocet (misil antibuque aire/mar), costara vidas, pero hay que aprovecharlo al máximo....
Que cuenta la historias de estos verdaderos patriotas/heroes:
El día 29 de mayo de 1982, la 2da Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque recibió la orden de preparar una misión de ataque a un blanco que estaba ubicado a 80 millas al Este de Malvinas, exactamente en el radial 090°. Se pensaba que allí se encontraba el "Invincible".
Luego del hundimiento del "Atlantic Conveyor", quedaba sólo un Exocet AM-39. La oportunidad, está vez era para la pareja formada por el Capitán de Corbeta Alejandro Francisco y el Teniente de Navío Luis Collavino.
Un compromiso de carácter operativo no les permitía a los británicos alejar los portaaviones más allá de las 100 millas de las zonas de combate, debido a que el radio de acción del Harrier (incluida las maniobras en el aire) no superaba esa distancia. Ellos necesitaban aviones que despegaran, volaran hacia el objetivo, estuvieran en el aire durante un tiempo y regresaran, les era imprescindible tener "presencia en el aire".
Durante la mañana del día 29, Francisco y Collavino, con la ayuda del resto de la escuadrilla se dedicaron a ultimar algunos detalles de la misión. En primer lugar, se determinó el horario, teniendo en cuenta que hasta ese momento los Súper Etendard habían operado siempre en ultima hora de la tarde; por ello se buscaría una hora atípica, preferentemente a la mañana o, a más tardar, al mediodía.
En segundo lugar, y para poder hacer un arco y alcanzar el blanco por el Este, cosa totalmente improbable desde toda lógica, tendrían que realizar un doble reaprovisionamiento en vuelo. Si en la segunda oportunidad surgían inconvenientes, los aviones podrían regresar a su base, aunque sin cumplir la misión. No iba a ser la primera vez que aparecieran problemas en la maniobra del reaprovisionamiento; existen muchas variables que hacen que el método no siempre sea seguro. Además, la misión obligaba que los aviones tanques se desplazaran muy hacia el Este, con todos los riesgos que ello implicaba. Para evitar la detección de los Hércules por parte de algún piquete enemigo y que este diera la alarma ante la evidencia del reaprovisionamiento de una misión por el Sudeste, se solicitó que los tanques no realizaran una ruta directa desde Río Gallegos hasta el punto de encuentro con los Súper Etendard, sino que se pegaran al continente y luego siguieran una ruta casi idéntica a la de los aviones atacantes.
A mediodía todo estaba listo. En cuanto recibieran la confirmación de la hora de los encuentros con los Hércules, despegarían.
En la sala de prevuelo Francisco y Collavino esperaban el momento de la partida. Pero por razones de tiempo, la misión fue suspendida, ya que se trataba de un ataque sumamente complejo, que implicaba coordinación muy detallada a las que había que dedicarles su tiempo. Tendrían que compatibilizar perfiles de vuelo de aviones diferentes, y además, disponer de otro avión tanque para el doble reaprovisionamiento.
A partir de ese momento, los pilotos comenzaron a ajustar una serie de detalles, considerando que el vuelo, al que se sumarían los cuatro cazabombarderos A-4C "Skyhawk" de la Fuerza Aérea, se realizaría al día siguiente.
Durante una reunión que se había realizado durante la mañana del día 29, en San Julián, el Comandante del Escuadrón de los A-4C de la Fuerza Aérea reunió, en su despacho, a todos los jefes de escuadrillas, para hacerles conocer la existencia de la misión contra el portaaviones británico.
Los cuatro aviones luego del lanzamiento del Exocet por parte de uno de los Súper Etendard, continuarían para pasar sobre el blanco y bombardearlo, tratando de penetrar la barrera defensiva que siempre forman los buques que protegen a los portaaviones. Una barrera que generalmente, es muy difícil de atravesar. Por ello, el riesgo que corrían era altísimo, más aun por que el ataque tendrían que realizarlo en aguas abiertas, donde la capacidad de detección por parte del enemigo era total y anticipada como para que los sistemas de armas tuvieran tiempo suficiente para reaccionar con eficiencia.
Cuando el Comandante finalizó su exposición, hizo un breve silencio: pausadamente, sin poder ocultar la emoción propia por el momento que estaba viviendo, preguntó quienes deseaban, voluntariamente, tomar parte en el ataque.
Un nuevo silencio envolvió a los presentes.
- Señor, solicito autorización para participar.
El Primer Teniente Ernesto Rubén Ureta se había puesto de pie.
Casi al mismo tiempo se levantó el Primer Teniente José Vázquez
- Señor yo también quiero ir.
- Bien - respondió el Comandante - Ustedes designarán a los otros dos pilotos.
Así lo hicieron. Entre los restantes oficiales del escuadrón, eligieron al Primer Teniente Omar Jesús Castillo y al Alférez Gerardo Guillermo Isaac.
El domingo 30 amaneció como era habitual en Río Grande: nublado, muy frío, y con escarcha por todos lados.
Francisco aceleró hasta un ochenta por ciento de la potencia de la turbina, soltó los frenos y el Súper Etendard, con el ultimo Exocet AM-39 disponible, comenzó su carrera de despegue.
Aproximadamente unos cinco minutos después, uno tras otro fueron despegando los A-4C. Como los Súper Etendard, ascendieron a 12.000 pies y pusieron rumbo Sudeste.
Luego de volar durante cincuenta minutos con una meteorología mas que aceptable, los Súper Etendard llegaron al punto donde estaban esperando los dos Hércules. Sin inconvenientes completaron la carga de combustible y permitieron que los A-4C hicieran lo propio.
Lo novedoso de esa misión era, tal vez, la forma de reabastecerse: para aumentar el radio de acción se había decidido que los seis aparatos volaran juntos a los aviones tanques, turnándose para chupar combustible durante casi 300 km. La maniobra se realizó perfectamente. Todo marchaba según lo previsto.
A partir de allí los aviones pusieron rumbo Este, para llegar al sitio de mayor alejamiento y realizar un segundo reaprovisionamiento.
Cargados "a full", los aparatos se alejaron de los Hércules y adoptaron la formación de ataque: los dos Súper Etendard adelante separados una milla uno de otro; detrás de cada Súper Etendard, dos Skyhawk.
Comenzaron a cumplir el perfil de descenso. Estaban completando el rodeo de las naves británicas, que en ese momento estaba a su izquierda; pronto se encontraron volando rasante sobre un mar encrespado, cuyas olas salpicaban los parabrisas y formaban pequeñas mancas de sal en ellos.
Los requerimientos de silencio absoluto de radio y disciplina se cumplían estrictamente.
Francisco miró su carta, que llevaba doblada en la rodilla derecha: según los cálculos y la información recibida el portaaviones se encontraba a más menos a 300 km. de distancia.
Mientras tanto, los chubascos aislados eran, por momentos de tanta intensidad que hasta podían aparecer en la pantalla del radar.
Y así ocurrió. Cuando los dos Súper Etendard ascendieron para emitir con los radares, vieron muchos ecos dispersos. De inmediato descendieron y continuaron con el vuelo rasante.
Una milla mas adelante treparon nuevamente y emitieron. Collavino acerco su mirada a la pantalla, para distinguir mejor: tenia un eco aparentemente verdadero. En ese instante, escuchó en su auricular la voz de Francisco:
- ¡Lo tengo, lo tengo enganchado!
Collavino también detectó el mismo eco y exclamó, entusiasmado:
- ¡Yo también lo tengo enganchado!
-¡Veinte millas al frente! ¡En la proa!
¡Lanzo misil! - dijo Francisco, y apretó el botón de disparo.
El avión de Francisco se sacudió.
Collavino y los pilotos de los Skyhawk observaron como el misil se desprendía del Súper Etendard, cayo dos o tres metros y cuando parecía que iba a chocar contra el agua, encendió su motor y comenzó a volar, ya estabilizado, a ras del agua, dejando una estela de humo blanco producto de los gases de combustión.
Una vez más, el misil había sido lanzado en excelentes condiciones de tiro y una distancia que aseguraba el impacto en un blanco perfectamente destacado por los sistemas de los Súper Etendard.
De inmediato, los dos aviones navales viraron a la izquierda y se alejaron para regresar a la base.
Lanzado a unas 24 millas naúticas del blanco, el exocet demoraría aproximadamente 109 segundos en llegar al objetivo, mientras esa instancia para los a-4c significarian 153 segundos pero ya sin la sorpresa inicial, es decir enfrentando a las defensas antiaereas de los buques.
Los cuatro aviones de la FAA habían seguido la estela del Exocet, en su camino hacia el blanco, pero como el misil desarrollaba mucha mayor velocidad, pronto lo perdieron de vista, a pesar de que la visibilidad era buena y alcanzaba a un poco mas de 15 km.
Vázquez que era el líder de la escuadrilla, hizo una seña a sus numerales para que cerraran la formación.
Los aparatos configurados con tres bombas de 250 kg. cada uno, se fueron acercando velozmente al objetivo, en vuelo bien rasante: apenas 12 mts. los separaban del agua.
De pronto, a lo lejos apareció una mancha oscura, borrosa por el efecto de la bruma. No había dudas ahí estaba, inexplicablemente solo, sin otros barcos cercanos. Había llegado el momento de verse frente a frente con uno de los buques mas buscados de la Task Force.
Poco a poco, la figura inconfundible del portaaviones se fue haciendo mas clara, mas nítida: la cubierta ligeramente curvada hacia arriba en el sector de la proa; la "isla" (conjunto de construcciones ubicado sobre la cubierta de los portaaviones y desplazado hacia un costado de la misma ) desplazada hacia la banda de estribor. El barco navegaba a muy poca velocidad. Algo les llamo la atención: desde la base de la "isla" salía una densa columna de humo cuyo tamaño iba en aumento. Rápidamente se dieron cuenta que era la prueba indudable de que el Exocet había impactado. El humo negro salía desde el centro de la superestructura y por debajo de la pista de vuelo, como si el Exocet hubiera hecho impacto entre la línea de flotación y la cubierta. No observó fuego. No había llamas, pero surgían negros borbotones de humo- la isla –rematada hacia delante y hacia atrás por las 2 bochas blancas de los radomos de proa y de popa.
Cuando los pilotos llegaron a unos 12 km. del blanco, pusieron la máxima potencia a sus motores y se prepararon para la aproximación final. A la izquierda volaban Vázquez y Castillo, y a la derecha, Ureta e Isaac.
En ese momento, un misil que nadie vio llegar, impactó en el avión de Vázquez, que estallo, a 8 kms. del blanco.
Tratando de dominar la angustia y la impresión que les había causado la inesperada muerte de su líder, los tres pilotos continuaron con su vuelo.
El blanco estaba a unos dos kilómetros. Ya casi lo iban a "saltar" para descargar las bombas cuando una nueva explosión los sorprendió, era el avión de Castillo que también explotaba y prácticamente se desintegraba en el aire. Las maquinas de Ureta y de Isaac se sacudieron debido a la onda explosiva.
Los misiles disparados desde algún buque desde el sector oeste, impactaron en los dos aviones que volaban a la izquierda de la formación.
Ureta apretó con rabia el disparador de sus cañones y levanto su avión, lanzando la carga y cruzando al portaaviones de popa a proa, en un ángulo de 30° respecto del eje de la nave.
Por su parte, Isaac tiró también con sus cañones, arrojo las bombas y cruzo a la nave cuando está estaba totalmente cubierta de humo. Para evitar llevarse por delante la torre, tiro hacia la derecha y, planchándose al agua, comenzó a efectuar maniobras evasivas, mientras tomaba el rumbo de escape.
A medida que se alejaba, pudo observar que el portaaviones habia quedado totalmente oculto detrás de capas de humo negro.
Verdaderos patriotas, no usan la bandera para ver un partido de futbol, la usan para jurar morir por la patria!!!, como hacemos los que amamos nuestro terrunio.
El emotivo abrazo de los que volvieron y el llanto por los que quedaron en combate.
Que cuenta la historias de estos verdaderos patriotas/heroes:
El día 29 de mayo de 1982, la 2da Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque recibió la orden de preparar una misión de ataque a un blanco que estaba ubicado a 80 millas al Este de Malvinas, exactamente en el radial 090°. Se pensaba que allí se encontraba el "Invincible".
Luego del hundimiento del "Atlantic Conveyor", quedaba sólo un Exocet AM-39. La oportunidad, está vez era para la pareja formada por el Capitán de Corbeta Alejandro Francisco y el Teniente de Navío Luis Collavino.
Un compromiso de carácter operativo no les permitía a los británicos alejar los portaaviones más allá de las 100 millas de las zonas de combate, debido a que el radio de acción del Harrier (incluida las maniobras en el aire) no superaba esa distancia. Ellos necesitaban aviones que despegaran, volaran hacia el objetivo, estuvieran en el aire durante un tiempo y regresaran, les era imprescindible tener "presencia en el aire".
Durante la mañana del día 29, Francisco y Collavino, con la ayuda del resto de la escuadrilla se dedicaron a ultimar algunos detalles de la misión. En primer lugar, se determinó el horario, teniendo en cuenta que hasta ese momento los Súper Etendard habían operado siempre en ultima hora de la tarde; por ello se buscaría una hora atípica, preferentemente a la mañana o, a más tardar, al mediodía.
En segundo lugar, y para poder hacer un arco y alcanzar el blanco por el Este, cosa totalmente improbable desde toda lógica, tendrían que realizar un doble reaprovisionamiento en vuelo. Si en la segunda oportunidad surgían inconvenientes, los aviones podrían regresar a su base, aunque sin cumplir la misión. No iba a ser la primera vez que aparecieran problemas en la maniobra del reaprovisionamiento; existen muchas variables que hacen que el método no siempre sea seguro. Además, la misión obligaba que los aviones tanques se desplazaran muy hacia el Este, con todos los riesgos que ello implicaba. Para evitar la detección de los Hércules por parte de algún piquete enemigo y que este diera la alarma ante la evidencia del reaprovisionamiento de una misión por el Sudeste, se solicitó que los tanques no realizaran una ruta directa desde Río Gallegos hasta el punto de encuentro con los Súper Etendard, sino que se pegaran al continente y luego siguieran una ruta casi idéntica a la de los aviones atacantes.
A mediodía todo estaba listo. En cuanto recibieran la confirmación de la hora de los encuentros con los Hércules, despegarían.
En la sala de prevuelo Francisco y Collavino esperaban el momento de la partida. Pero por razones de tiempo, la misión fue suspendida, ya que se trataba de un ataque sumamente complejo, que implicaba coordinación muy detallada a las que había que dedicarles su tiempo. Tendrían que compatibilizar perfiles de vuelo de aviones diferentes, y además, disponer de otro avión tanque para el doble reaprovisionamiento.
A partir de ese momento, los pilotos comenzaron a ajustar una serie de detalles, considerando que el vuelo, al que se sumarían los cuatro cazabombarderos A-4C "Skyhawk" de la Fuerza Aérea, se realizaría al día siguiente.
Durante una reunión que se había realizado durante la mañana del día 29, en San Julián, el Comandante del Escuadrón de los A-4C de la Fuerza Aérea reunió, en su despacho, a todos los jefes de escuadrillas, para hacerles conocer la existencia de la misión contra el portaaviones británico.
Los cuatro aviones luego del lanzamiento del Exocet por parte de uno de los Súper Etendard, continuarían para pasar sobre el blanco y bombardearlo, tratando de penetrar la barrera defensiva que siempre forman los buques que protegen a los portaaviones. Una barrera que generalmente, es muy difícil de atravesar. Por ello, el riesgo que corrían era altísimo, más aun por que el ataque tendrían que realizarlo en aguas abiertas, donde la capacidad de detección por parte del enemigo era total y anticipada como para que los sistemas de armas tuvieran tiempo suficiente para reaccionar con eficiencia.
Cuando el Comandante finalizó su exposición, hizo un breve silencio: pausadamente, sin poder ocultar la emoción propia por el momento que estaba viviendo, preguntó quienes deseaban, voluntariamente, tomar parte en el ataque.
Un nuevo silencio envolvió a los presentes.
- Señor, solicito autorización para participar.
El Primer Teniente Ernesto Rubén Ureta se había puesto de pie.
Casi al mismo tiempo se levantó el Primer Teniente José Vázquez
- Señor yo también quiero ir.
- Bien - respondió el Comandante - Ustedes designarán a los otros dos pilotos.
Así lo hicieron. Entre los restantes oficiales del escuadrón, eligieron al Primer Teniente Omar Jesús Castillo y al Alférez Gerardo Guillermo Isaac.
El domingo 30 amaneció como era habitual en Río Grande: nublado, muy frío, y con escarcha por todos lados.
Francisco aceleró hasta un ochenta por ciento de la potencia de la turbina, soltó los frenos y el Súper Etendard, con el ultimo Exocet AM-39 disponible, comenzó su carrera de despegue.
Aproximadamente unos cinco minutos después, uno tras otro fueron despegando los A-4C. Como los Súper Etendard, ascendieron a 12.000 pies y pusieron rumbo Sudeste.
Luego de volar durante cincuenta minutos con una meteorología mas que aceptable, los Súper Etendard llegaron al punto donde estaban esperando los dos Hércules. Sin inconvenientes completaron la carga de combustible y permitieron que los A-4C hicieran lo propio.
Lo novedoso de esa misión era, tal vez, la forma de reabastecerse: para aumentar el radio de acción se había decidido que los seis aparatos volaran juntos a los aviones tanques, turnándose para chupar combustible durante casi 300 km. La maniobra se realizó perfectamente. Todo marchaba según lo previsto.
A partir de allí los aviones pusieron rumbo Este, para llegar al sitio de mayor alejamiento y realizar un segundo reaprovisionamiento.
Cargados "a full", los aparatos se alejaron de los Hércules y adoptaron la formación de ataque: los dos Súper Etendard adelante separados una milla uno de otro; detrás de cada Súper Etendard, dos Skyhawk.
Comenzaron a cumplir el perfil de descenso. Estaban completando el rodeo de las naves británicas, que en ese momento estaba a su izquierda; pronto se encontraron volando rasante sobre un mar encrespado, cuyas olas salpicaban los parabrisas y formaban pequeñas mancas de sal en ellos.
Los requerimientos de silencio absoluto de radio y disciplina se cumplían estrictamente.
Francisco miró su carta, que llevaba doblada en la rodilla derecha: según los cálculos y la información recibida el portaaviones se encontraba a más menos a 300 km. de distancia.
Mientras tanto, los chubascos aislados eran, por momentos de tanta intensidad que hasta podían aparecer en la pantalla del radar.
Y así ocurrió. Cuando los dos Súper Etendard ascendieron para emitir con los radares, vieron muchos ecos dispersos. De inmediato descendieron y continuaron con el vuelo rasante.
Una milla mas adelante treparon nuevamente y emitieron. Collavino acerco su mirada a la pantalla, para distinguir mejor: tenia un eco aparentemente verdadero. En ese instante, escuchó en su auricular la voz de Francisco:
- ¡Lo tengo, lo tengo enganchado!
Collavino también detectó el mismo eco y exclamó, entusiasmado:
- ¡Yo también lo tengo enganchado!
-¡Veinte millas al frente! ¡En la proa!
¡Lanzo misil! - dijo Francisco, y apretó el botón de disparo.
El avión de Francisco se sacudió.
Collavino y los pilotos de los Skyhawk observaron como el misil se desprendía del Súper Etendard, cayo dos o tres metros y cuando parecía que iba a chocar contra el agua, encendió su motor y comenzó a volar, ya estabilizado, a ras del agua, dejando una estela de humo blanco producto de los gases de combustión.
Una vez más, el misil había sido lanzado en excelentes condiciones de tiro y una distancia que aseguraba el impacto en un blanco perfectamente destacado por los sistemas de los Súper Etendard.
De inmediato, los dos aviones navales viraron a la izquierda y se alejaron para regresar a la base.
Lanzado a unas 24 millas naúticas del blanco, el exocet demoraría aproximadamente 109 segundos en llegar al objetivo, mientras esa instancia para los a-4c significarian 153 segundos pero ya sin la sorpresa inicial, es decir enfrentando a las defensas antiaereas de los buques.
Los cuatro aviones de la FAA habían seguido la estela del Exocet, en su camino hacia el blanco, pero como el misil desarrollaba mucha mayor velocidad, pronto lo perdieron de vista, a pesar de que la visibilidad era buena y alcanzaba a un poco mas de 15 km.
Vázquez que era el líder de la escuadrilla, hizo una seña a sus numerales para que cerraran la formación.
Los aparatos configurados con tres bombas de 250 kg. cada uno, se fueron acercando velozmente al objetivo, en vuelo bien rasante: apenas 12 mts. los separaban del agua.
De pronto, a lo lejos apareció una mancha oscura, borrosa por el efecto de la bruma. No había dudas ahí estaba, inexplicablemente solo, sin otros barcos cercanos. Había llegado el momento de verse frente a frente con uno de los buques mas buscados de la Task Force.
Poco a poco, la figura inconfundible del portaaviones se fue haciendo mas clara, mas nítida: la cubierta ligeramente curvada hacia arriba en el sector de la proa; la "isla" (conjunto de construcciones ubicado sobre la cubierta de los portaaviones y desplazado hacia un costado de la misma ) desplazada hacia la banda de estribor. El barco navegaba a muy poca velocidad. Algo les llamo la atención: desde la base de la "isla" salía una densa columna de humo cuyo tamaño iba en aumento. Rápidamente se dieron cuenta que era la prueba indudable de que el Exocet había impactado. El humo negro salía desde el centro de la superestructura y por debajo de la pista de vuelo, como si el Exocet hubiera hecho impacto entre la línea de flotación y la cubierta. No observó fuego. No había llamas, pero surgían negros borbotones de humo- la isla –rematada hacia delante y hacia atrás por las 2 bochas blancas de los radomos de proa y de popa.
Cuando los pilotos llegaron a unos 12 km. del blanco, pusieron la máxima potencia a sus motores y se prepararon para la aproximación final. A la izquierda volaban Vázquez y Castillo, y a la derecha, Ureta e Isaac.
En ese momento, un misil que nadie vio llegar, impactó en el avión de Vázquez, que estallo, a 8 kms. del blanco.
Tratando de dominar la angustia y la impresión que les había causado la inesperada muerte de su líder, los tres pilotos continuaron con su vuelo.
El blanco estaba a unos dos kilómetros. Ya casi lo iban a "saltar" para descargar las bombas cuando una nueva explosión los sorprendió, era el avión de Castillo que también explotaba y prácticamente se desintegraba en el aire. Las maquinas de Ureta y de Isaac se sacudieron debido a la onda explosiva.
Los misiles disparados desde algún buque desde el sector oeste, impactaron en los dos aviones que volaban a la izquierda de la formación.
Ureta apretó con rabia el disparador de sus cañones y levanto su avión, lanzando la carga y cruzando al portaaviones de popa a proa, en un ángulo de 30° respecto del eje de la nave.
Por su parte, Isaac tiró también con sus cañones, arrojo las bombas y cruzo a la nave cuando está estaba totalmente cubierta de humo. Para evitar llevarse por delante la torre, tiro hacia la derecha y, planchándose al agua, comenzó a efectuar maniobras evasivas, mientras tomaba el rumbo de escape.
A medida que se alejaba, pudo observar que el portaaviones habia quedado totalmente oculto detrás de capas de humo negro.
Verdaderos patriotas, no usan la bandera para ver un partido de futbol, la usan para jurar morir por la patria!!!, como hacemos los que amamos nuestro terrunio.
El emotivo abrazo de los que volvieron y el llanto por los que quedaron en combate.