En el circuito de Nürburgring, el Viernes 22 de agosto de 1969.
Quedaban, en carrera, 34 autos, sobre 79 anotados inicialmente.
¡CONTROLEN EN TIEMPO DE LUIS...!
por ORESTE BERTA
Llevamos 48 horas en carrera. Dos días enteros. Sin embargo no tengo la sensación de que hubiera pasado tanto tiempo. O tan poco. Quizá se pierda algo, en este tipo de carreras, la noción de medida del esfuerzo. Es posible que al trastocarse todos los horarios, el mismo hecho de vivir —prácticamente— dentro del box y dentro de la carrera, origine esta sensación. No estoy cansado. Sin embargo debiera estarlo; pero quizá lo esté y no me dé cuenta y sea el clima de todo esto lo que nos permite seguir así, como si recién hubiéramos comenzado.
Lo que me molesta es la garganta y la fiebre. Menos mal que tenemos médico cerca. De todas las cosas... ¡pescarme una angina! También... ¡nos mojamos más que si hubiéramos ido a hacer sky acuático a Villa Carlos Paz! Ni me quiero acordar de lo que fue el diluvio del miércoles al medio día... Si nosotros, desde boxes, no veíamos nada... ¡me imagino lo que sería desde adentro de los autos y en carrera! Con Fangio nos intercambiábamos miradas... No hacían falta palabras ¡Hasta se inundó el box, y tuvimos que andar rescatando las cosas que navegaban y sacar luego el agua con los medios que disponíamos! Fue Jorge, sí, Jorge Cupeiro el que hizo una disparada hasta Adenau y volvió cargado de botas de goma y medias gruesas y demás. No quiero ni pensar en la mala suerte de Jorge.. Sin embargo, recuerdo que Juan dijo... “Tengo miedo que esta agua tan fuerte nos saque los autos afuera”. Pero no me parece que sería muy justo quejarse. Queda...
—Carlos... fijate... ¿cuántos autos quedan en carrera?
—Treinta y siete —me comentó Lobbosco. Estamos por arriba de la proporción... Claro.. a nosotros nos quedan dos autos, de tres que comenzaron.
Y hemos pasado, ya, más de la mitad de la carrera.
¡Las de cosas que han pasado! Desde el año pasado, cuando vinimos de observadores... Recuerdo que allí enfrente, sentados en esa tribuna, estaba con nosotros.. también... Edgardo Boschi... ¡Sí!... si habremos conversado sobre el proyecto y las posibilidades, también con él, aquí, y con Lobbosco y con Fangio, y después, en Buenos Aires, con la gente de Ika-Renault... Y más o menos todo, después de esos días que anduvimos con problemas, pareciera haberse enderezado.
La adaptación, los primeros días, fue difícil... la serie de accidentes... inclusive el mío... ¡nos tuvo a mal traer! Un momento crucial fue la decisión de arreglar el auto con el que “se fue afuera” Rodríguez Canedo o presentar el equipo incompleto. Todos dimos nuestro punto de vista y, cuando se arribo a la conclusión de “equipo completo”, creo que no faltó ni un pedacito de voluntad para que, no solamente se hiciera así, sino que se hiciera agotando los mejores recursos disponibles. Y ese es el resultado... ¡allí pasa Di Palma en el Nº 1!
Los autos están algo distintos de cuando llegamos, pero estoy seguro que para bien. Tienen unos kilos de menos, el rodado más ancho los ayuda y los motores... bueno... ¡girando a este régimen no pueden tener problemas! Hicieron un buen trabajo con “la Banana...”
—¿Qué tiempo hizo Luis, don Pablo?
—¡Catorce... diez y ocho! —Informó Macagno. OK. Que siga así.. ¡va al pelo! Me quedé observando cómo escribían, con grandes caracteres en tiza blanca, sobre la pizarra de marcación el último tiempo de Di Palma. Hay que mantener a los pilotos informados, guiarlos. En este tipo de competencias el piloto no puede tener mucha idea de lo que debe hacer. Sólo sabe lo que está haciendo... Hay pilotos que son un verdadero reloj y, en un circuito largo como éste, sólo tienen diferencias de muy pocos segundos entre vuelta y vuelta. Sin embargo, aunque estén andando en el ritmo, es mejor guiarlos, continuamente, marcándoles los tiempos... Nadie está exento de seguir, instintivamente, el ritmo de otro auto, poco a poco, y abandonar así su propio plan de carrera. Y en estas carreras tiene que haber un plan. Y método. Para correr, para los abastecimientos, para los relevos, para dormir... Eso... ¡hasta que te rompen el método...! Resulta que... creo que fue la segunda noche... yo me había instalado dentro de una pequeña carpa que habíamos armado dentro del box. Una de esas carpas pequeñas, como de alpinista, donde cabe sólo una persona. Me había quedado semi-dormido o estaba semi-despierto; no sé cuál de las dos cosas. Lo cierto fue que en un momento dado oigo gritar... “!Fuego!”. Creo que tardé menos tiempo en estar fuera de la carpa y con el matafuegos en la mano que lo que me lleva el contarlo... Salté la pared interior del box y con el matafuegos funcionando me acerqué al auto incendiado que estaba comenzando a arder, justo, justo al lado de nuestro box. Por suerte que se apagó pronto y nada de lo nuestro corrió peligro... pero... ¿volver a dormir...?
Además he descubierto que, por lo general, la gente tiene mucha mayor resistencia de lo que supone. Una vez que se inició la carrera, el equipo de mecánicos —que hasta ese momento había trabajado como un solo grupo, manteniendo muy elásticos, pero similares horarios— se dividió en dos, para alternarse en la posición de atención mecánica que pudieran necesitar los autos. Sin embargo los horarios continuaron siendo elásticos, aunque, ahora, disímiles... Es como para estar orgulloso de todo el grupo. Y lo estoy.
El que está andando, me parece, cada vez más fuerte, es el Ford Capri... Va a ser mejor controlarlo.
—Berta... El Ford Capri está girando en 13’10’’...
Hay que seguirlo, a ver qué hace. Esta muy lejos de nuestros autos, pero más vale tenerle el ojo encima.
Lo que no me gustó mucho fue la parada de Luisito por ese corte de luces... Pero siguió sin problemas. El auto anda bastante bien y los pilotos ya están bien acostumbrados.
Con los Porsche afuera de carrera... los B.M.W. que quedaron demasiado atrás... la contra está en el quipo Lancia, en los Mazda y, ahora... ¡el Ford Capri! hay que seguirlo de cerca. Yo no sé... me parece... si no nos pasa nada...
—Controlen en tiempo de Luis...
—Ya tendría que haber pasado. Van... ¡catorce... treinta y cinco!
Me gustó. Catorce treinta y cinco. ¡Quince minutos! De allí en más, cada minuto tuvo la intensidad del valor de sus sesenta segundos. Fueron nueve... Nueve minutos de espera infructuosa. Al cumplirse 24’ del último paso de Luis, supimos, entonces, que nos quedaba un solo auto en carrera. Y a lo infructuoso de la espera, se sumó la angustia de la incertidumbre.
Quedaban, en carrera, 34 autos, sobre 79 anotados inicialmente.
¡CONTROLEN EN TIEMPO DE LUIS...!
por ORESTE BERTA
Llevamos 48 horas en carrera. Dos días enteros. Sin embargo no tengo la sensación de que hubiera pasado tanto tiempo. O tan poco. Quizá se pierda algo, en este tipo de carreras, la noción de medida del esfuerzo. Es posible que al trastocarse todos los horarios, el mismo hecho de vivir —prácticamente— dentro del box y dentro de la carrera, origine esta sensación. No estoy cansado. Sin embargo debiera estarlo; pero quizá lo esté y no me dé cuenta y sea el clima de todo esto lo que nos permite seguir así, como si recién hubiéramos comenzado.
Lo que me molesta es la garganta y la fiebre. Menos mal que tenemos médico cerca. De todas las cosas... ¡pescarme una angina! También... ¡nos mojamos más que si hubiéramos ido a hacer sky acuático a Villa Carlos Paz! Ni me quiero acordar de lo que fue el diluvio del miércoles al medio día... Si nosotros, desde boxes, no veíamos nada... ¡me imagino lo que sería desde adentro de los autos y en carrera! Con Fangio nos intercambiábamos miradas... No hacían falta palabras ¡Hasta se inundó el box, y tuvimos que andar rescatando las cosas que navegaban y sacar luego el agua con los medios que disponíamos! Fue Jorge, sí, Jorge Cupeiro el que hizo una disparada hasta Adenau y volvió cargado de botas de goma y medias gruesas y demás. No quiero ni pensar en la mala suerte de Jorge.. Sin embargo, recuerdo que Juan dijo... “Tengo miedo que esta agua tan fuerte nos saque los autos afuera”. Pero no me parece que sería muy justo quejarse. Queda...
—Carlos... fijate... ¿cuántos autos quedan en carrera?
—Treinta y siete —me comentó Lobbosco. Estamos por arriba de la proporción... Claro.. a nosotros nos quedan dos autos, de tres que comenzaron.
Y hemos pasado, ya, más de la mitad de la carrera.
¡Las de cosas que han pasado! Desde el año pasado, cuando vinimos de observadores... Recuerdo que allí enfrente, sentados en esa tribuna, estaba con nosotros.. también... Edgardo Boschi... ¡Sí!... si habremos conversado sobre el proyecto y las posibilidades, también con él, aquí, y con Lobbosco y con Fangio, y después, en Buenos Aires, con la gente de Ika-Renault... Y más o menos todo, después de esos días que anduvimos con problemas, pareciera haberse enderezado.
La adaptación, los primeros días, fue difícil... la serie de accidentes... inclusive el mío... ¡nos tuvo a mal traer! Un momento crucial fue la decisión de arreglar el auto con el que “se fue afuera” Rodríguez Canedo o presentar el equipo incompleto. Todos dimos nuestro punto de vista y, cuando se arribo a la conclusión de “equipo completo”, creo que no faltó ni un pedacito de voluntad para que, no solamente se hiciera así, sino que se hiciera agotando los mejores recursos disponibles. Y ese es el resultado... ¡allí pasa Di Palma en el Nº 1!
Los autos están algo distintos de cuando llegamos, pero estoy seguro que para bien. Tienen unos kilos de menos, el rodado más ancho los ayuda y los motores... bueno... ¡girando a este régimen no pueden tener problemas! Hicieron un buen trabajo con “la Banana...”
—¿Qué tiempo hizo Luis, don Pablo?
—¡Catorce... diez y ocho! —Informó Macagno. OK. Que siga así.. ¡va al pelo! Me quedé observando cómo escribían, con grandes caracteres en tiza blanca, sobre la pizarra de marcación el último tiempo de Di Palma. Hay que mantener a los pilotos informados, guiarlos. En este tipo de competencias el piloto no puede tener mucha idea de lo que debe hacer. Sólo sabe lo que está haciendo... Hay pilotos que son un verdadero reloj y, en un circuito largo como éste, sólo tienen diferencias de muy pocos segundos entre vuelta y vuelta. Sin embargo, aunque estén andando en el ritmo, es mejor guiarlos, continuamente, marcándoles los tiempos... Nadie está exento de seguir, instintivamente, el ritmo de otro auto, poco a poco, y abandonar así su propio plan de carrera. Y en estas carreras tiene que haber un plan. Y método. Para correr, para los abastecimientos, para los relevos, para dormir... Eso... ¡hasta que te rompen el método...! Resulta que... creo que fue la segunda noche... yo me había instalado dentro de una pequeña carpa que habíamos armado dentro del box. Una de esas carpas pequeñas, como de alpinista, donde cabe sólo una persona. Me había quedado semi-dormido o estaba semi-despierto; no sé cuál de las dos cosas. Lo cierto fue que en un momento dado oigo gritar... “!Fuego!”. Creo que tardé menos tiempo en estar fuera de la carpa y con el matafuegos en la mano que lo que me lleva el contarlo... Salté la pared interior del box y con el matafuegos funcionando me acerqué al auto incendiado que estaba comenzando a arder, justo, justo al lado de nuestro box. Por suerte que se apagó pronto y nada de lo nuestro corrió peligro... pero... ¿volver a dormir...?
Además he descubierto que, por lo general, la gente tiene mucha mayor resistencia de lo que supone. Una vez que se inició la carrera, el equipo de mecánicos —que hasta ese momento había trabajado como un solo grupo, manteniendo muy elásticos, pero similares horarios— se dividió en dos, para alternarse en la posición de atención mecánica que pudieran necesitar los autos. Sin embargo los horarios continuaron siendo elásticos, aunque, ahora, disímiles... Es como para estar orgulloso de todo el grupo. Y lo estoy.
El que está andando, me parece, cada vez más fuerte, es el Ford Capri... Va a ser mejor controlarlo.
—Berta... El Ford Capri está girando en 13’10’’...
Hay que seguirlo, a ver qué hace. Esta muy lejos de nuestros autos, pero más vale tenerle el ojo encima.
Lo que no me gustó mucho fue la parada de Luisito por ese corte de luces... Pero siguió sin problemas. El auto anda bastante bien y los pilotos ya están bien acostumbrados.
Con los Porsche afuera de carrera... los B.M.W. que quedaron demasiado atrás... la contra está en el quipo Lancia, en los Mazda y, ahora... ¡el Ford Capri! hay que seguirlo de cerca. Yo no sé... me parece... si no nos pasa nada...
—Controlen en tiempo de Luis...
—Ya tendría que haber pasado. Van... ¡catorce... treinta y cinco!
Me gustó. Catorce treinta y cinco. ¡Quince minutos! De allí en más, cada minuto tuvo la intensidad del valor de sus sesenta segundos. Fueron nueve... Nueve minutos de espera infructuosa. Al cumplirse 24’ del último paso de Luis, supimos, entonces, que nos quedaba un solo auto en carrera. Y a lo infructuoso de la espera, se sumó la angustia de la incertidumbre.